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Antonio, el bisabuelo gallego que emigró a Argentina

Un día, comiendo en casa de la tía Maruja, me di cuenta de que no había pan, algo que me puso algo nervioso, porque me cuesta mucho comer sin pan.

    - Eso es que has salido al abuelo panadero. 

    - ¿El abuelo Benito? ¿Pero no reparaba radios?

    - Noooo. No tu abuelo. MI abuelo, el padre de tu abuelo Benito. Se llamaba Antonio Lorenzo, y era de Vivero. Tu conoces Vivero, íbamos en verano cuando tú eras pequeño. 

"Antonio estaba casado con la bisabuela Roberta. Era el típico caso de gallego que se fue a las Américas a hacer fortuna. Lo que pasa es que en su caso el orden fue otro. Primero hizo fortuna con el pan. Tenía panaderías. No una panadería, panadería-S, varias por todo Madrid. Una de ellas estuvo mucho tiempo abierta, en la calle Toledo, cerca de la plaza Cascorro. ¿No la conoces? Hace mucho que no paso por ahí pero a lo mejor aún está abierta. A esa iba todos los días tu bisabuela Roberta a comprar el pan, y claro, como era la mujer del dueño no pagaba. 

Y un buen día, que va a por el pan, y le dice el de la tienda muy apurado: 

    - Me temo que esta vez nos va a tener que pagar el pan, no la podemos fiar, señora Roberta.

    - ¿Y desde cuando el dueño tiene que pagar por el pan que se lleva a su mesa?

    - ¿No se lo ha dicho su marido? Ha vendido la panadería.

La bisabuela, que no sabía nada de eso, pero no tenía un pelo de tonta, llevaba un tiempo sospechando que algo raro pasaba. Aprovechando que el bisabuelo Antonio no estaba en casa, se puso a registrar por toda la habitación. Al final encontró lo que buscaba en el bolsillo de una de las chaquetas. 

 

Así era la calle Toledo en el momento de esta historia, en torno a 1915. La panadería estaba en la acera de enfrente, más o menos a esa altura.

 

Cuando Antonio llegó a casa, se encontró con Roberta nada más entrar, que le esperaba de pie, quieta, en silencio, sujetando en la mano dos pasajes de primera clase para el vapor recién inaugurado que zarparía al día siguiente para la Argentina. Uno de ellos estaba a nombre de Antonio Lorenzo Febreiro. El otro tenía el nombre de mujer, y no era el de la bisabuela Roberta. El bisabuelo se deshizo en todo tipo de excusas pobres y al final la bisabuela le puso los pasajes en la mano sin decirle nada. No le volvió a hablar ni a ver en vida."

    - ¿Y la bisabuela Roberta se quedó sola con el abuelo Benito?

    - Sola no. Además de Benito, Roberta tenía dos hijos más: el tío Luis, que era mayor y José Fernando, que era más pequeño.

     - ¿Y tuvo que criarlos a los tres ella sola?

     - Si, señor. A los tres.

    - ¿Y no recibia ayuda del bisabuelo desde Argentina?

    - Bueno, parece que la aventura del bisabuelo Antonio con aquella otra no debió salir bien, porque al poco él escribió desde Argentina pidiendo perdón, enviando algo de dinero y ofreciéndose a pagar los billetes para que la familia se trasladase allí. Más adelante, cuando la situación en España se estaba poniendo fea, les insistió para que salieran del país a tiempo. Incluso en la guerra siempre ofreció un refugio para que la familia pudiera huir. La bisabuela Roberta leía cada carta suya que llegaba, cogía el dinero y luego guardaba la carta en un neceser, junto con tantas otras. Jamás las respondió. Un buen día las cartas dejaron de llegar. Quizá el abuelo se hartó de insistir, o quizá es que se murió... ¡quién sabe!

    - Pero entonces ¿Tenemos unos primos Lorenzo en Argentina?

    - Sí, pero vete tú a saber cómo encontrarlos. 

    - ¿Y las cartas? Seguro que alguna dirección de remite tendrían, quizá se podría escribir preguntando, o tener alguna pista a partir de ahí...

    - Ay, sobrino, sobrino. No contabas en la historia con mi madre, tu abuela María. Cuando la bisabuela Roberta murió, ella que era la nuera, estuvo ahí haciendo limpieza de todas sus cosas. Encontró el neceser con todas las cartas ¿y sabes qué hizo? ¡Las quemó todas! No quedó ni una ¡Ni una! Ay, cuántas veces he lamentado no haber estado allí en ese momento para salvarlas. 

 

Me quedé un rato en silencio, pensando en que como tantos otros españoles, también en nuestra familia teníamos un antepasado gallego que se fue a las Américas. Y que por allí había unos primos con apellido Lorenzo que ya nunca podríamos encontrar. La tía me leyó el pensamiento:

    - De Argentina no podemos saber nada, pero sí debemos de tener familia en Vivero más fácil de encontrar. 

    - ¿Y por eso íbamos a Vivero en verano cuando era pequeño? 

    - Pues sí.

     - ¿Y encontraste a la familia? 

     - Pues no, he he he. 

 

La ruta entre España y Buenos Aires la cubría la Compañía Transatlántica Española. Desde 1914 hasta 1934 se realizó con este barco de vapor, el "Reina Victoria Eugenia". En él emigró el bisabuelo a Argentina.

 

Algunas averiguaciones

He podido reconstruir parcialmente algo más de la historia del bisabuelo Antonio. 

Su padre (nuestro tatarabuelo) se llamaba Vicente Lorenzo Fernández. Durante los 6 años revolucionarios tras la caída de la reina Isabel II en 1868, fue parte de la Comisión Municipal Administrativa de Vivero, según dicen aquí.

Casó con Josefa Febreiro Rodríguez (nuestra tatarabuela) y tuvieron tres hijos, Rosendo, José y Antonio. La familia se mudó a Lavapiés en Madrid, donde el tatarabuelo Vicente se dedicó a ser panadero con la ayuda de sus tres hijos. 

Antonio (1874), casó con la bisabuela Roberta en torno a 1896. Ella tenía 25 años, él apenas 21, ya contaré cómo averigüé esto, porque hay un novelón detrás. Casi veinte años más tarde, con Antonio ya dueño de las panaderías por haber muerto su padre, las vende para irse a Argentina, dejando a su mujer Roberta al cuidado de Luis (14 años), nuestro abuelo Benito (12 años) y José Fernando (2 años). No hay a día de hoy ratro alguno de su vida a partir de ese momento.

De José, (1881) hay algunas noticias turbias. Ya en Madrid, se vio envuelto en una riña con otro panadero en las afueras de la ciudad, cerca de su barrio. 

El Imparcial. 24 de agosto de 1901

En esa época, José es llamado a filas a realizar el servicio militar obligatorio en Zamora durante cuatro años, y otros cuatro en la reserva, lo que implica personarse en el cuartel regularmente. Esto último no debió hacerlo y por ello se emitió orden de busca y captura por desertor. Este hecho posiblemente motivó la huida de José a Argentina y fuera la que más adelante atrajese al biasbuelo Antonio a Buenos Aires.


Gaceta de Madrid, 20 de agosto de 1907


De Rosendo no hay información.

Existen un par de cabos sueltos que pueden dar algunos frutos para averiguar algo más. Lo escribiré si dan resultado. Mientras tanto, así queda el árbol en lo referente al bisabuelo Antonio. Pincha para agrandar.


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