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Gatos y valencianos

Muchas vacaciones de Semana Santa las pasábamos en Alicante, en un apartamento al que se iba la abuela María junto con la tía Anuncia y la tía Maruja, donde también había habitación para nosotros. 

Eran los tiempos en los que en España sólo había dos canales de televisión, y me resultaba fascinante descubrir que allí tenían un tercer canal que además daba programas más entretenidos. Hablaban en catalán, pero se podía entender con un poco de esfuerzo. Eso sí, lo tenía que ver a escondidas. Nadie más en la casa soportaba que pusiera aquella lengua que creían de satanás.

Debía de tener yo unos doce años. En una de esas tardes de vacaciones que yo tenía puesto el canal catalán, la tía Maruja se vino conmigo a ver la tele. Echaban una de vaqueros, no es que me entusiasmara, pero la alternativa eran toros o documentales. Yo ya esperaba su queja, puesto que formaba parte del clan "en esta casa no se ve la tele en catalán", pero para mi sorpresa, se sentó tranquilamente y se quedó viendo la peli conmigo.

Después de un rato largo (pero un largo rato) la oigo decir:

    - ¡Anda la leche! ¡Si están hablando en dialecto! Cambia, cambia.

    - Pero tía, si llevabas un buen rato escuchándolo sin protestar.

    - Pues eso, que como lo entiendo, he tardado un rato en darme cuenta. ¡Venga, quita, quita que no quiero yo escuchar nada en la jerga esa!

    - ¿Y cómo es que lo entiendes?

    - Pues porque se parece al italiano y al francés,  claro, hehehe.

Sí, la tía Maruja te hablaba igual en inglés, francés o italiano. Quizá en aquel entonces no me sorprendiera mucho su catalanofobia (ya la iba conociendo), pero sí me sorprendió que supiera entender tanto esa lengua como para no darse cuenta de que la estaba escuchando durante tanto rato, que es algo que sólo les pasa a los que lo han aprendido de pequeños ¿Era la tía bilingüe catalana y a la vez tenía manía al catalán? Yo no entendía nada.

* * *

Tarde bastantes años en resolver el misterio. Fue ya en Madrid, en su piso de Alfonso XII junto al Retiro, uno de esos días en los que fui a comer con ella con la excusa de que quería que le limpiase el ordenador de programas inútiles que se había instalado Dios sabe cómo y cuándo. 

La historia apareció de la manera más banal, como solía suceder, mientras estábamos ya comiendo:

    - Pues ahora tenemos una gata en casa - le comenté.

    - ¡Ay, con la manía que les tengo yo. Es que no los puedo ni ver. Y creo que tu madre tampoco los soporta.

    - Ya, ya, si me lo dice siempre que viene a casa. Se ve lo habéis heredado.

    - De tu abuela María, que tampoco los soportaba. Bueno, y en mi caso, mira este arañazo que tengo en el ojo, que me lo hizo un gato con tres años. ¡Como para no tenerles manía! Se ve que tú debes ser "gato" y por eso los aguantas, hehehe.

    - ¿Yo, gato? ¿Te refieres a tener padres y abuelos de Madrid? Si mi padre es Añover y vosotros de Novés ¿no?.

    - Tu padre es de Añover, pero tu madre nació en Carabanchel, como yo, que en su día era un pueblo, pero ahora eso eso Madrid. Y tu abuelo Benito es de Lavapiés, que más castizo no puede ser. Sólo la abuela María es de Novés.

    - ¿Entonces todos los hermanos habéis nacido en Madrid? 

    - Bueno, todos no. Tu tío Benito nació en Valencia.

    - ¿Valencia? ¿Y que se le había perdido en Valencia?

    - Pues porque a tu abuelo, como era militar le habían trasladado a Valencia. 

"Tenía yo 6 años cuando fuimos para allá, vivíamos en Moncada, un pueblo en lo alto a las afueras de Valencia, que es donde estaba el cuartel a donde le habían destinado, a la sección de motores. Recuerdo que vivíamos cerca de la Ermita, que estaba en lo alto del pueblo. Allí íbamos a jugar y se veía hasta el mar, y eso que Moncada está en el interior... y además estaba todo aquello lleno, lleno, lleno de gatos.

Así que yo cogía cada gato que veía y ¡zas! los arrojaba a las zarzas que había en un barranco que pasaba cerca de la casa. Luego la abuela María se enfadaba, porque llegaba la hora de comer y el abuelo Benito no estaba en casa, 'Dónde se habrá metido este hombre'. El abuelo venía al cabo del rato, todo lleno de arañazos, con sangre y con los gatos en las manos. Y tu abuela '¡Pero bueno, dónde te habías metido!'. Y él, que era un bendito, como dice su nombre, contestaba todo preocupado 'son los pobres gatos, que se meten en las zarzas que hay detrás de casa y empezaron a maullar porque no pueden salir, y he tenido que bajar a rescatarlos a todos'... mira, qué pena me dio verle así. Creo que ahí fue cuando decidí que lo mejor que podía hacer era no acercarme nunca más a un gato.

Postales: POSTAL MONCADA, VALENCIA, ERMITA SANTA BARBARA, P85262 - Foto 1 - 81675232

La Ermita de Santa Bárbara de Moncada, en el alto cerca de donde vivía la familia

Mi padre nunca supo que era yo la que tiraba los gatos a las zarzas, pero la abuela María algo sospechó y empezó a preocuparse de que me volviera una salvaje, así que me metieron en una escuela con los niños del pueblo. En aquellos años la República había juntado a niños y niñas en las mismas clases y recuerdo que hice buenos amigos. En el recreo ellos hablaban siempre en valenciano, y yo que era pequeña, pues les imitaba hasta que lo aprendí sin darme cuenta. ¡Pero es que ni sabía que lo sabía, porque creí que lo que hablaban era español!

Y esto lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos jugando en uno de los terraplenes altos junto a la Ermita, y todavía estoy viendo cómo los aviones italianos empezaron a bombardear el puerto. Llegué a casa corriendo para contarlo, estaba la abuela María preparando la comida y entré en la cocina toda acalorada 'Mamá, mamá, els avions, els avions!' Y la abuela que me dice '¿Pero a esta niña que le pasa, que habla así de raro?' Y yo sin darme cuenta, seguía hablándole en valenciano: 'Que están bombardejant el port!'. Y ahí ya se hartó '¡Que hables en cristiano, leñe!'. Y me dio un sopapo que todavía me duele al recordarlo, hehehe."


 Bombardeo del puerto de Valencia por parte de la aviación fascista italiana en 1938

     - Entonces debiste estar allí varios años, para aprender el valenciano ¿no?

    - Bueno, lo que duró la guerra, pero yo es que soy muy lista, a ver qué te crees, y lo aprendí muy rápido. Luego ya nos volvimos a Madrid, pero nunca se me ha olvidado.

    - ¿Y qué pasó con aquellos amigos de Valencia? ¿Sigues en contacto con ellos?

    - No.

Fue una respuesta seca y a continuación se quedó un rato en silencio, más de lo habitual. No me atreví a hablarla durante un rato. Al terminar de comer, sus pensamientos volvieron otra vez al presente y se dio cuenta de la situación.

    - ¿Cafe?

    - Si es descafeinado y con leche merengada, por favor.

    - Venga, pues acompáñame a la cocina.

Y al salir del comedor recordé la anécdota de Alicante viendo la tele en catalán unos años antes:

    - ¿Tía?

    - ¿Sobrino?

    - Hay algo que no entiendo. Si sabes hablar valenciano ¿por qué no lo soportas cuando lo echan por la tele?

    - ¿yoooo? ¿Cuándo ha pasado eso?

    - Cuando estábamos en Alicante, que no aguantabas que pusiera la TV3.

    - Aaah, no. El valenciano me parece muy bien, lo que no soporto es el catalán

    -¡Pero si es el mismo idioma!

    -¡No lo es! Dicen las mismas palabras pero con ese acento nasal que, ufff... ¡No soporto el acento nasal del catalán!



Algunas notas

Buscando referencias sobre la casa donde vivieron, di con el grupo de Memoria História de Moncada, que está rescatando historias de la guerra en ese pueblo, a quienes tengo que agraceder haber encontrado parte de la información de esta historia, así como algunas fotos. Al contarles esta historia para tratar de localizar la casa donde vivió la familia cerca de la Ermita se montó una divertida discusión acerca de si era posible ver el puerto de Valencia desde Moncada. La conclusión es que sí, que incluso ahora a pesar de los bloques de más altura sigue habiendo lugares con esas vistas, y que la Ermita sigue siendo uno de esos.

 Calle Pi i Margall en Moncada donde vivió la familia desde finales del 1936 a 1939 y donde nació el tío Benito, en el nº 15. La calle pasó a llamarse General Mola y ahora se llama Xátiva. Vivían en una casita como las pequeñas que se ven a ambos lados, muy similares a la que el propio tío Benito acabaría comprando en Madrid en la calle Alarico, por cierto.

La casa original del nº 15 ya no existe, es el bloque de cinco plantas que se ve a la derecha. Más adelante contaré cómo he averiguado la dirección exacta.

 

La tía no me la contó la parte más dramática de esta anécdota, quizá porque no era consciente en el momento de vivirlo. Ese no fue el único bombardeo que ella debio ver. Valencia fue bombardeada constantemente durante la guerra, desde el aire por aviones fascistas italianos que salían desde Baleares y desde el mar por barcos tanto italianos como del bando nacional sublevado. El cuartel de Ingenieros fue un objetivo constante, y allí es donde el abuelo Benito estaba destinado reparando vehículos para el ejército de la República. No sé si la tía era consciente cuando veía desde Moncada aquellos bombardeos que el abuelo estaba allí. Posiblemente él ocultase a la familia (o al menos a sus hijas) las consecuencias de las bombas cada vez que le tocaba sufrirlas.

 

Cuarteles de Ingenieros de Valencia, donde fue destinado el abuelo Benito cuando el gobierno de la República se trasladó a Valencia. Ahora es una comisaría de policía

 

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